Reseña por Manu López para El Mundo de Tulsa

Con un título más que atractivo y un estilo difícilmente etiquetable Dédalo lanzó, entre finales del 2015 y principios del 2016, Miles de lobos. Este es un trabajo producido por Hans Krüger en Montreal Studios (Subiza, Navarra) allá por el verano de 2015, y masterizado por Víctor García en Ultramarinos Mastering (Sant Feliu de Guíxols, Girona). Aunque es su disco debut, los integrantes de esta banda castellonense acumulan experiencia tras sus anteriores trabajos en formaciones como Malamo, Sevel, Aennea, Bastiaan, Fightback o Agraviats.

Se trata de un album de ocho canciones con influencias muy diversas. Advertimos reminiscencias rock, indie, e incluso algo de folk. Es por ello, como hemos dicho anteriormente, un album poco encuadrable, y al mismo tiempo, con un gusto delicioso en la melodía y el tempo.

Abren con Niña fénix, una canción con actitud y solidez como para presentarse ante el oyente con garantías. Del mismo modo, nos sirve para ir sabiendo por donde dispara esta banda: letras en perfecta comunión con la melodía y un ritmo constante del primer al último segundo del track. En segundo lugar encontramos una de mis temas favoritos de este trabajo: Caigo. Una bonita canción que aúna una melodía emocionante y una letra valiente que nos habla de las dificultades del tiempo presente.

Continuamos con Efímero, un tema solitario que comparte la atmósfera intimista que propone este disco. Hipnótico y atractivo te transporta y evade durante los casi cuatro minutos que dura. Toda una gozada… Es entonces cuando creyendo que el disco se mecerá entre ritmos suaves encontramos Sucia cadencia, una tema que acelera y frena con precisión, haciendo las delicias de aquellos que nos consideramos amantes de las canciones que poseen giros bien trabajados. En este caso, en la batería, Manu Silva se arma y toma peso demostrando su poderío, al igual que en Bloques de hielo, el track con el que cruzamos el ecuador del disco. Todo un disparo rockero que derrocha actitud en cada acorde.

Mención a parte hay que hacer de la vocalista Anna Dobón, quien interpreta cada tema con solvencia y personalidad, siendo una de las señas de identidad de la banda. Sin olvidarnos del resto de componentes: Annaëlle Arias (bajo), y Vis Lleó y Manuel Gil (guitarras) que llevan este disco a un buen lugar en la música.

Encaramos el último tramo del álbum con 7 años, una canción nostálgica con tintes épicos. ‘Cruzas el laberinto en la ciudad que te ha visto crecer’. Bonitas letras, con una retórica fina y elegante. Ahí encontramos a Dédalo en cada una de sus canciones. Al igual que en No hay kamikazes, un tema con chorro y viveza en el que sentimos como crece progresivamente la valentía en cada frase de Anna, hasta el punto de enloquecer en el último tramo de esta séptima canción. Por último, para poner cierre: Buit. Un tema cantado en valenciano, lo cual otorga más matices aún a su ya variado repertorio. Esta es una canción lenta y oscura, con la que dejarse llevar y poner punto y final a un disco, sin duda, diferente, y con un nivel musical y artístico muy notable.

Esto ha sido Miles de lobos de Dédalo, un viaje en espiral por un disco cuidado y trabajado, donde hay hueco tanto para el disfrute como para la congoja, para agarrarse el corazón mirando atrás, y con el que sonreír por todo lo que quedar por venir.

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