Reseña por Alonso Efeese para El Mundo de Tulsa
Confinados, encerrados, aislados, enclaustrados, recluidos… no importa qué nombre le pongamos, suena horrible. Enjaulados, ¿lo ven?, como si no tuviéramos escapatoria alguna. Presos, como aquellos que lo están de manera injusta y pagando una condena devastadora. ¿Qué hacer?
La regla es no salir de casa, o lo menos posible. Pero afuera también se vive un infierno. Salimos desganados, sin confianza y sin esperanza alguna. Desconfiamos hasta del aire que respiramos. Todo está mal; la vida cotidiana se ha convertido en un miedo acosador. Te persigue a todas partes y te devora lentamente.
Sí, la realidad es cruel. Ni siquiera los amigos son un refugio, ahora son el enemigo. Vuelvo a preguntar: ¿Qué hacer? Todo el mundo habla de lo mismo, en las redes sociales, en los noticieros, a través del teléfono, todo el tiempo. Y sin embargo seguimos esperando por ver alguna luz al final de esta oscuridad en la que, hasta voluntariamente, hemos caído, pero no se le ve forma. La vida, nuestra vida, luce desierta, escasa de una ruta por la cual seguir.
Justamente unos meses atrás, este año gemelo se veía como una oportunidad para trazar un nuevo camino, un sendero nuevo, y sólo dejar fluir los días, el presente, sin oponerse a cualquier cosa que nos pudiese entregar el futuro. Así, un siete de febrero, llegó el soundtrack perfecto: Las Rutas Desiertas, un nuevo álbum del español Diego Vasallo.
Pocos lo saben, pareciera un completo desconocido en este lado del mundo, pero cuando hablamos de rock en español (cualquier cosa que eso signifique), Diego Vasallo guarda un lugar privilegiado, él y su compañero de siempre, Mikel Erentxun. La vida los juntó y su amistad se transformó en una de las bandas más influyentes de los ochentas: Duncan Dhu.
Sereno, más cohibido que su otra mitad, Vasallo siempre resaltó por su labor lírica, dotada de una sensibilidad envidiable, como pocos lo han logrado (Tom Waits, Leonard Cohen, Dylan, Nick Cave, entre sus principales influencias). Pero es quizá su carrera como solista la que recoge más, mucho más, lo mejor de su trayectoria, además de ofrecernos esa carga emocional que hoy necesitamos a raudales.
¿Cuándo lo conocí? Aún lo recuerdo bien, fue hace 14 años, en el lejano 2006; octubre del 2006, para ser más precisos. Tomaba mi camino habitual hacia la universidad, en Iztapalapa, barrio de gran tradición cultural ubicado al oriente de la apabullante Ciudad de México.
A través del estéreo de un puesto callejero, que no se veía de fiar, sonaba “En Algún Lugar”, el clásico tema de Duncan Dhu. A los pocos minutos, me encontraba ya hablando con el vendedor; me contaba que aquella era una de sus bandas favoritas; me habló de la carrera en solitario de Mikel Erentxun y Diego Vasallo, y me dijo: “toma, llévatelo”, sosteniendo en sus manos un disco doble de éxitos de Duncan Dhu. Ahí empezó la “amistad”.
Muchos años después, luego del fallecimiento de Gustavo Cerati, otrora líder de Soda Stereo, me sentí urgido de canciones que me hicieran compañía, una discreta, de esas que dicen poco, pero con eso es más que suficiente para comprender las cosas de la vida, por muy trilladas que parezcan. En ese momento llegó Canciones de Amor Desafinado, el quinto álbum de Diego Vasallo, lanzado 20 años atrás.
Quizá por accidente, quizá como un mensaje divino, no lo sé, aquella colección de canciones me mostró una sensibilidad que no conocía, no había escuchado, ni siquiera sabía de su existencia, pero que dio justo en el clavo, conectamos de inmediato, sin necesidad de presentarnos formalmente, algo como: “hola, soy Diego, mucho gusto”. Nada de eso. Podría decirse que, entre Vasallo y yo, existe una amistad, aunque seamos unos completos desconocidos el uno del otro.
Junio, 2020
Ignoro ya cuántos días han pasado desde que se nos ordenó, casi a regañadientes, que nos quedásemos en casa; no salir para absolutamente nada, ni ver a los amigos ni a la familia que vive lejos. Parar el trabajo, las actividades cotidianas (ir al mercado, ir al cine, salir a correr, a un bar, lo que sea). Las noticias nos cuentan, día a día, sobre las calles desiertas, los edificios vacíos, la vida que hemos perdido y que quizá no volvamos a recuperar. Y, sin embargo, seguimos esperando un simple “allí te espero” cuando todo esto acabe.
“Allí Te Esperaré”, el séptimo track de Las Rutas Desiertas de Diego Vasallo es, ahora más que nunca, el tema nodal de mi propio confinamiento, con una frase tan brutal como “allí, donde los finales se terminan, allí te esperaré”. Es la promesa que todos queremos escuchar para cuando volvamos a las calles, a desvivir en las oficinas, a dejar la vida volar en los bares, en los parques, en cualquier lado. Ahora que más lo necesitamos, el señor Vasallo nos tiende el corazón.
Musicalmente, esta nueva entrega del músico donostiarra sigue un poco la línea de su anterior trabajo, Baladas Para Un Autorretrato (2016), pero nos hace entrega un nivel de intimidad más profundo, como desnudándose más el alma, y eso se agradece; pocos músicos hoy en día, con la vorágine que causan las redes sociales y la vida digital, se atreven, y en tiempos como los actuales, sólo podemos conectar a través del corazón. Como dijera Antonio Vega: “la distancia me hace recordar que tú y yo somos fieles al latir de nuestro corazón”.
Las Rutas Desiertas nos ha traído a un Diego Vasallo rejuvenecido, por decirlo de algún modo; sin tapujos, sin censura, sin miedo a nada, ni siquiera a contarnos sus propios miedos, sus dudas, sus sentimientos más honestos, como si nos dijera “esta es mi historia” y ¡pum! nos suelta 11 canciones desnudas. “Dame todo, no me niegues nada”, esa es la tregua, al fin y al cabo, “mi historia es todo lo que me queda”, nos dice sin reparo.
En poco menos de una hora, el español nos regala once perlas decoradas de esperanza, como un rayo de luz en medio de nuestras propias oscuridades; una especie de bálsamo para calmar el dolor más fiero. Una caricia. Y así ha sido siempre, al menos en mi vida, Diego Vasallo, justo como él mismo lo dice “allí, donde estoy cuando me llamas, allí te esperaré, con apenas corazón y el alma en un costado”. Eso es Las Rutas Desiertas.
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