Crónica del concierto de Leon Benavente en la sala La Colmena Musical de Aranda de Duero. 3 de Diciembre 2016.
La última vez que les vimos en Aranda fue en las olimpiadas indies del Sonorama. Sumergidos en su gira por salas con la presentación de su disco “2” y coincidiendo con el tour San Miguel Music Explorers, León Benavente volvió a tierras castellanas para rematarnos y darnos lo que nos merecemos.
Pasaban las once de la noche cuando las primeras notas de Tipo D sonaban en La Colmena Musical. La sala que poco a poco se llenaba de un público envuelto en su propia aurea de felicidad, tomaba posición cara a un escenario aún sin presencia. Siempre que escucho esta canción me viene El Columpio Asesino a la cabeza. En un concierto a ciegas hubiera dudado pues en los primeros cinco segundos de esta melodía electrificada por sintetizadores se les parece bastante.
De repente, recién llegado de otro bolo en Pamplona y como si de un toro desbocado se tratase Abraham Boba vestido del negro riguroso que nos tiene acostumbrados salía al escenario. Se dirigió a su pie de micro que a punto estuvo de poner de manifiesto la teoría de la gravedad, pues se arrojó a él con tantas ganas, que del medio meneo que le dio rotó vertiginosamente sobre sí mismo. Damos gracias a un espectador con reflejos que lo sujetó para que no cayera del escenario. León Benavente nos lanzaba así la primera señal de “atensé los cinturones, despegamos”. Después de convencernos de que lo que estaba pasando era normal y de que lo que estaba sonando era un hit se sucedieron temas como California o La Ribera que pusieron la sala patas arriba, sobre todo con este último pues cantar eso de “en mi pequeño palacio construido en La Ribera”… o su más que coreado estribillo “esto y esto se vende..” sonaba en un lugar más que adecuado por ser la ciudad de Aranda un lugar situado en la Ribera y eso se notó en un público que recibió el tema lleno de júbilo y totalmente entregado.


En los bises, benditos bises, la reivindicativa Década en modo slower pace, que parecía empeñarse en crear una versión eléctrica de la música clásica hasta la entrada de Cesar Verdú con su exponencial sonido baquetero. Aún no ha salido el Sol nos sacó del relajo con la única intención de enfocar nuestra energía en que aquello se pareciera a una película de Tarantino con desfase vampírico incluido, terminando con Ser Brigada y Abraham Boba metidos en un baño de multitudes. Un baño en masas del que el frontman salió ileso (o eso creo) de un público que se deshacía en gestos de agradecimiento por el collage sonoro que nos habían ofrecido. Nos habían dado a tomar su más intenso brebaje de rock, electrónica, algún toque de folk, psicodelia y pop y aunque inexplicablemente no hubo sold out vimos a unos León Benavente cómodos, defensores de su repertorio, un set de dieciséis canciones, una detrás otra, personales, ilógicas, únicas e irrepetibles, canciones que a cada uno de nosotros nos hicieron sentir como propias.
Un día fui a un concierto de León Benavente y al día siguiente seguía siendo feliz. Fue como subir a una noria.