València, Califòrnia, el último trabajo de Senior i El Cor Brutal
Parte de la fuerza de Senior radica en eso, en la autenticidad de la mezcla, en hacer música americana desde Valencia y en valenciano. Más allá del manifiesto estético, de la curiosidad antropológica de ver unos tipos que parecen salidos de una película de Peckinpah entonando himnos tabernarios en vernáculo como València eres una puta o Gran, están las canciones y la sinceridad que destilan, el peso nada agobiante de la biografía en cada nota, en cada inflexión de la rugosa voz de Landete. Los discos precedentes de Senior hablaban de regeneraciones, de miedos, de esperanzas, de amores, de redes, de putas, de hijos de puta, de pesadumbres y expectativas gozosas, del poder curativo de la música. O destructivo, si es necesario. Manifiestos vitales envueltos musicalmente de un poso honesto y acogedor de barras y estrellas que acababa oliendo a mandarina después de pasar por el filtro de Senior y su banda. Propuestas que horadaban las defensas de públicos diversos, discos que vinieron para quedarse, para habitar nuestros santuarios musicales.
Por suerte, a Landete le quedaban cosas que decir. Muchas, además. València, Califòrnia, su nuevo trabajo, vuelve a ser un disco visceral y vivencial. Pero donde antes pululaban los murmullos del pasado y el presente aparece ahora la desazón colectiva por el futuro, la sensación de estar “en el lugar correcto y erróneo al mismo tiempo”. Un deseo de fuga, un ansia de dejar atrás el inmenso vertedero, la inmunda cloaca en que se está convirtiendo nuestro pequeño mundo. Y si ello fuera posible, coger nuestra ciudad, nuestra familia, nuestros amigos y trasladarlos a un entorno lejano (“Madre, padecemos hambre, a California hemos de ir”, cantan en Flor de maig), como unos émulos posmodernos de los agricultores de Las uvas de la ira, la novela de Steinbeck que narraba las migraciones campesinas al estado californiano en los años de la gran depresión. Gente digna, de una pieza. Viajeros de la dignidad, no de la cobardía, porque de aquella duda angustiosa de estar haciendo o no lo correcto, del dilema entre plantar cara o huir, también nos habla Landete.
Disco airado y sosegado al mismo tiempo, de toma de conciencia global y personal (“ahora que soy consciente del final…”, dice en Càntic als germans de diferent mare. I apostilla en un epitafio apresurado y prematuro: “Cuando la muerta venga, os seguiré queriendo”), con momentos de desazón y de ternura, como en Ella plou (Ella llueve), seguramente la mejor canción de amor que ha escrito, de volver a insistir, de nuevo con acierto, en la vía regenerativa (L’home que era ahir) o de dejarse llevar momentáneamente por la amargura (“sólo nos queda follarnos las montañas”, dicen con negrura en Ja no hi ha ningú). Un trabajo deliberadamente desnudo, de ocres y grises, de acústicas, pianos y harmónicas, musicalmente más próximo al folk que al rock, aunque contiene una traca final, València, Califòrnia, en la que Senior i el Cor Brutal recuperan el colorido y el nervio eléctrico y se abandonan a una vigorosa cabalgada que contiene el último y pertinente mensaje cargado de futuro, el antídoto a la melancolía anterior que hace que nuestro corazón jibarizado recupere el latido: “El amor escampará como el vino en una buena comida”. Ya en La bomba de plaer, corte que abre el disco, nos advierten que, a pesar de todo, “la vida vuelve a comenzar”. Y como en un ciclo vital, volvemos a experimentar el placer de desflorar un nuevo disco de Landete y sus secuaces. En California, o todavía anclados a Valencia, como una raíz orgullosa y obcecada. Allá donde quiera que sea, la música nos volverá a salvar.
![]() |
Comprar disco |
El Somni S’ha Acabat
Flor de Maig
La Gran Esperança Roja
El Dia Dels Covards
Càntic Als Germans De Diferent Mare
Vol Com Mai
Ella Plou
Ja No Hi Ha Ningú
L’Home Que Era Ahir
Ausias Marx
València Califòrnia