Entrevista por Marc Mariñas para El Mundo de Tulsa
La cantante Rocío Guzmán y el guitarrista José Torres Vicente publicaban en 2018 «La virtud en el aire», un trabajo donde versionan cuatro clásicos del Barroco, del Renacimiento y de la música secular del siglo XX.
«La virtud en el aire» es vuestro primer álbum conjunto, ¿cómo os ha unido musicalmente?
Jose: Empezamos a jugar con el repertorio sin ninguna pretensión especial, pero sí hemos alcanzado un nivel de comunicación musical muy particular. En ocasiones se diría que somos capaces de reaccionar a las propuestas del otro casi antes de que las sugiera.
Rocío: Nos ha unido mucho en el universo que hemos creado a través del repertorio, y esto nos va llevando a una mayor comunicación musical en todos los nuevos proyectos en los que vamos trabajando.
¿Ha sido la música del Barroco y del Renacimiento, y la antigua música secular el camino natural?
J.: En alguna música de esas épocas, sobre todo en la época bisagra entre el Renacimiento y el Barroco, hemos encontrado un material con el que nos sentimos cómodos.
R: Para mí no ha sido el camino natural, vengo de la creación más contemporánea y la representación artística, y ha sido toda una experiencia el poder acceder a esa forma de escribir la música haciendo que mi voz escriba de un modo también muy nuevo y desconocido para mí.
Hace décadas nuevas olas de músicos vienen abrazando la música clásica de una manera diferente, ¿no os sorprenden las críticas continuas de los llamados puristas?
J.: Viniendo del flamenco poco me puede sorprender la crítica de los puristas. No obstante, creo que la fricción entre conservadores de la tradición y vanguardistas es interesante desde un punto de vista creativo.
R: Creo que la historia de la música está basada en esas fricciones y que conviven lo supuestamente clásico y moderno todo el rato. Me parece aburrido poner el foco en esa fricción. Intento poner mi energía en mis intuiciones.
¿Qué os llevó a abrir el disco con el madrigal «Si dolce e l tormento» de Claudio Monteverdi?
R: La necesidad de hablar del deseo, tan camuflado en versiones preciosistas, de ese cuerpo que por dentro está ardiendo en llamas. Yo tenía la necesidad de cantar ese fuego.
J— El madrigal de Claudio Monteverdi es una pieza con un texto de Carlo Milanuzzi sobre un tema muy común como el dulce tormento de un corazón roto. Sin embargo, si por algo nos seduce, es por su patrón métrico.
¿Acercaros a él os resultó sencillo?
J.: Nunca es sencillo buscarle las vueltas a los temas clásicos, pero sí muy entretenido. En cuanto al ritmo, el 3/4, que en clásico está en minoría, en flamenco es rey y señor, por lo que la traducción rítmica era sencilla.
¿Qué os llama la atención de la obra de Monteverdi más profana?
J. : Letra, melodía, todo.
R: El contenido emotivo oculto que manifiesta la composición.
La canción «Have You Seen But a White Lily Grow?» de Robert Johnson es una pieza escrita inicialmente para barítono, pero interpretada actualmente sobre todo por sopranos, ¿os seducen ambas versiones?
R: Yo adoro este tema gracias a la versión que realizó el contratenor Alfred Deller. Él ha sido una inspiración absoluta.
¿Qué os llama la atención de la sonoridad y los sistemas melódicos de las obras del Renacimiento?
J.: Me interesan de las épocas preclásicas la mayor libertad de interpretación, la tonalidad sugerida con cadencias suaves y una sencilla complejidad que la aproxima, bajo mi punto de vista, a la música popular actual. Los temas de Dowland, por ejemplo, no difieren mucho de los temas de algunos cantautores o grupos indie actuales.
«La virtud en el aire» también contiene una versión de la canción «Flow My Tears» del mencionado laudista John Dowland, ¿os interesan las técnicas de rasgueo tanto como las de punteo?
J.: En ese sentido, la guitarra es muy completa, porque no solo cubre armonía y melodía, sino también el ritmo por medio del rasgueo y otras técnicas percusivas. Yo entiendo la interpretación guitarrística como un continuo entre todas las técnicas disponibles en el instrumento.
¿Qué destacaríais de las versiones para laúd, para conjunto de violas y para voz y laúd de la canción?
J.: No conozco la versión para conjunto de violas. De las que conozco, hasta ahora mi favorita es la del contratenor Andreas Scholl con el laudista Andreas Martin, que es una maravilla.
R: Como he comentado antes, para mí la voz de contratenor y laúd ha abierto muchas puertas a mi querencia por estos temas. Es de una sencillez exquisita.
El disco lo cierra una versión de «A chantar m’er de so qu’eu no volria», ¿cómo llegó a vosotros esta pieza trovadoresca de Beatriz de Dia?
R: Es un tema que llegó a mis manos a través de un libro medieval que se llama «La cité des dames» (1404 aprox.) de la poetisa Christine de Pizan, en el que habla de una ciudad imaginaria habitada por mujeres ilustres. Uno de los primeros libros feministas de la historia, gracias al que conocemos la obra de Beatriz de Dia o Hildegarda de Bingen. Este libro llegó a mis manos en un solo que dirigí llamado «Surrender» en torno a lo femenino sagrado. Me enamoré de muchas de las compositoras que salían en ese libro. Y empecé a cantarlas a mi manera.
¿Qué trabajo hay detrás de las programaciones y de la inclusión en el disco de la voz original de la trobairitz occitana?
J.: Las programaciones buscan recalcar el ambiente epistolar de la canción y, en general, enriquecer la instrumentación del tema.
R: La voz busca evocar el momento en que sucede la composición, ese momento de inspiración que se transforma en canción.
¿Cómo se afronta como vocalista la pasión, arrebato y tragedia de la canción original?
R: Yo las asumo como lo que son. Me gusta la crudeza de las emociones, también me gustan las contradicciones que se generan. Hay muchas emociones juntas y eso me da material para reinterpretar añadiendo todo el bagaje propio.
Sin duda, «La virtud en el aire» es un disco tan personal como arriesgado, ¿qué ha aportado afrontar este repertorio a vuestras respectivas carreras artísticas?
J.: He podido profundizar en temas y periodos histórico-musicales que ya conocía, y descubrir otros. Además he podido desarrollar con Rocío nuevas formas de acompañar, complementar y arropar a la voz para poder contar mejor las historias.
R: Para mí ha supuesto un cambio grande, puesto que nunca me imaginé cantar este tipo de repertorio. También el aprender a hacer algo de riesgo y personal dentro de un repertorio bastante poco abierto al cambio, y ver qué sucede con ello. Y como comenta Jose, un aprendizaje a la hora de componer los temas a dos que genera una especial relación entre ambos y nuestra manera de entender la música.
Quizá haya gente que esté leyendo la entrevista que todavía no ha escuchado el disco, ¿qué es lo primero que le diríais sobre él a aquel que lo tenga por primera vez entre las manos?
J.: Puede que le dijera un montón de cosas sobre el concepto del disco, sobre acercar a la música de hoy los lenguajes de ayer, pero probablemente no le dijera nada y dejaría que se sorprendiera.
R: Le diría que una vez lo escuche venga a vernos al directo. Ahí se escucha con la carne abierta y es otra cosa, siempre.
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